viernes, 14 de enero de 2011

UNDÉCIMA ETAPA: VILLAFRANCA DEL BIERZO-SARRIA (21 de agosto de 2005)





Como toda regla tiene su excepción, la noche en el albergue de Villafranca distó mucho de la tranquilidad que habíamos tenido en otros albergues.

No sabemos si porque éste es uno de los sitios que los turistas eligen para comenzar su particular peregrinación (los hay que comienzan aún más cerca de Santiago), el caso es que aquí no se dio el caso de levantarse a las 7:00 y percatarse de que todo el personal se ha largado discretamente, no, aquí nos tocó soportar a una tribu de valencianos que se creen que todos los putos días del año son fallas y a una tribu familiar de mallorquines (de la zona de la Plaza de Toros) que deben pensar que, como aquí todos son forasters, no rigen las normas de la más elemental educación.

En fin, que nos levantamos mal dormidos, desayunamos con las adquisiciones del día anterior y al camino.

Camino que hasta PEREJEy TRABADELOcoincide con la carretera (los peatones por un arcén protegido por un quitamiedos y los ciclistas por la calzada, como los valientes), por un valle de las sombras al que el sol no se atreve a asomarse hasta bien entrada la mañana y con la autopista de La Coruña serpenteando por encima de nuestras cabezas.

Lo peor es el frío, hasta 6’5 grados llegó a bajar la temperatura en algún momento. El resto del cuerpo aguanta, pero las manos, ¡Ay, las manos... y los pezones (esta queja es de Malen)!!!

En Trabadelo, ya avanzada la mañana, empezamos a ver el sol. Lo peor había pasado ¿o no?.

Llegamos a LA PORTELA donde nos enteramos que ese día, domingo, es la feria anual del pulpo que se celebra en PIEDRAFITA DE CEBREIRO. Se trataría de dar un pequeño rodeo para subir a O Cebreiro, pero no, Tomeu insiste en que el mejor pulpo del mundo lo preparan en Melide, así que seguimos por el camino legal. Influye también que para ir a Piedrafita hay que ir más lejos y más alto. Pasamos por AMBASMESTAS, RUITELÁNy LAS HERRERIAS.

Con la autopista sobre nuestras cabezas

En este último pueblo reponemos fuerzas en un bar, que debe ser el único abierto, por lo dicho sobre la feria del pulpo en Piedrafita, ya que se apunta a ella hasta el gato en todos estos pueblos de los alrededores.

Verde que te quiero verde

A partir de Las Herrerías el camino se bifurca. El de tierra (y piedras) para los caminantes, que pasa por LA FABA, y una pista asfaltada para los ciclistas.

En esta zona, el paisaje es digno de admirar

Lógicamente tomamos esta segunda variante y, después de un hartón de pedalear (y de hacer empujing también a ratos) y con un pequeño descanso en LAGUNA, donde se cruzan los dos caminos, nos tropezamos con unos ciclistas que vienen echando chispas porque tomaron el camino de los peatones en vez del de los ciclistas y, según ellos, el camino está totalmente impracticable para las bicicletas.

No se aprecia la pendiente, pero la hay

Desde ahí, terminamos de subir a O CEBREIRO. Como era domingo, aunque hay un buen número de bares y restaurantes, nos costó encontrar un sitio para comer, pero lo importante es que lo encontramos.

O Cebreiro

Después vamos a descansar un rato junto al albergue, que el esfuerzo ha sido mucho y aún nos queda subir el, también temible, Alto do Poio.

Lo que se echa de menos en este lugar son los italianos, que abundan por todas partes y que, como hemos podido observar, suelein ir bastante bien informados. Sólo hay un explicación posible: Están casi todos en Piedrafita, poniéndose ciegos de pulpo.

Descansamos tumbados frente al albergue, pero no mucho, porque parece ser que éramos una atracción turística más del lugar, y oías pasar a gente todo el tiempo y a las madres decir a los niños “ no los molestes que están cansados, no ves que son peregrinos, los pobres”.

Aunque hemos descansado un poco, la subida al Poio pesa sobre nuestras piernas, así que hacemos alguna paradita para, por parte de algunos integrantes del grupo (y no diré nombres), intentar apedrear a las rapaces locales. ¡Tan alto estamos que hasta estos bichos vuelan por debajo!.

Después de un rato viendo como Joaquín y Sera (¡vaya ya lo he dicho!), intentaban dar alcance a las rapaces con piedras, descubrimos que el camino de los peregrinos a pie pasaba justo por donde iban dirigidas las mismas. No se oyó ningún grito, afortunadamente no pasaba nadie. ¡Si es que son como niños!

Por fin el dichoso Alto do Poio

Después del ALTO DO POIO todo es cuesta abajo, según los mapas, porque, de tanto en tanto, nos sorprende algún repechito que te trae a la mente a la madre del cartógrafo. Pasamos sin detenernos por algunos pueblos hasta TRIACASTELAy de ahí hasta SAMOS, donde pensábamos pernoctar.

Monasterio de Samos

Ilusos de nosotros. Los frailes del monasterio que da nombre al pueblo tienen el monopolio hospitalero, están completos y no existe alternativa (Un polideportivo, etc.). Además, el tonto el haba del hospitalero tiene la desfachatez de decirnos que tiene unas plazas reservadas para unos ciclistas que le llamaron por teléfono a las 14:00 horas. Más adelante nos enteramos (a buenas horas mangas verdes) que algunos albergues privados admitían reservas. En fin, para llorar, y hacia SARRIA, ¡Qué remedio!

De aquí deducimos la tercera moraleja peregrina:“En camino tan cristiano, de quien menos puedes esperar que te eche una mano es de la clerecía, con honrosas excepciones por supuesto”.A llegada a Sarria estamos reventaditos, la etapa ya era dura de por sí, y el encantador hospitalero de Samos le añadió unos cuantos kilómetros extra con cuestas incluidas.

En Sarria también está lleno el primer alberque que encontramos, pero un viejo y hábil captador de clientes que está al acecho, nos echa el lazo y nos lleva a su albergue privado “Os Oito Maravedis”, algo caro (9 euros por persona) pero de lujo, una habitación para cuatro con sábanas y toallas limpias.

Albergue Os Oito Maravedís en Sarria

Salimos a cenar, y nos decidimos por un barecillo con apariencia de todo menos de restaurante donde, sorprendentemente, nos dan una muy buena cena a un muy buen precio, irrisorio incluso.


RESUMEN DE LA ETAPA: 76’42 Km. en 6 horas y 9 minutos, con una media de 12’4 Km./h.



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