viernes, 14 de enero de 2011

DECIMOTERCERA Y ÚLTIMA ETAPA, MELIDE-SANTIAGO (23 de agosto de 2005)





Nos levantamos hechos polvo. Hay quien se queja del concierto de ronquidos oficiado por Sera y Tomeu, pero debió ser una pesadilla provocada por la dureza del suelo, porque los acusados no notaron nada.

Como es la última etapa, y esto siempre es motivo de celebración, nos vamos a desayunar chocolate con churros a un local que habíamos fichado la noche anterior cuando nos dirigíamos a ponernos tibios de pulpo.

Empezamos por la carretera porque tenemos la intención de hacer la entrada en Santiago por el camino y estar toda la etapa saltando baches, puede ser demasiado. Además, parece que va a llover, aunque no llega a hacerlo.

Vamos directos a Arzúa, así que pasamos de largo por BONETE, CASTAÑEDAy RIBADISO DE ABAJO.

La tendencia general es de bajada, pero con unos toboganes de un desnivel considerable y tres o cuatro repechos que son auténticas paredes. Menos mal que es la última etapa y vamos por carretera.

Llegamos a ARZÚAy, después de sellar las credenciales en la parroquia del pueblo, nos paramos a merendar en un bar de la plaza donde tenemos una cita con el quinto elemento (que no es ninguna Milla Jovovich medio andrógina, sino Yolanda en persona, pero no importa porque tampoco ninguno de nosotros cuatro es Bruce Willis). Por cierto, que aunque ha ido a Santiago volando tan ricamente desde Palma y hasta Arzúa en coche, le cuesta encontrarnos ¡estos despistados turistas! A pesar de todas estas peripecias, al final el encuentro se produce ¡El Mundo está salvado!

En la terraza del bar con el quinto elemento

Iglesia románica de Santa María en Arzúa


Como los ciclistas aún tenemos un buen trecho por delante, nos disponemos a cumplir con nuestro destino y, para que Yolanda no se aburra, alguien la manda a comprar queso, que si bien es el producto estrella del lugar, no ha quedado claro si el mandato iba con segundas. Malen, la muy espabilada, aprovecha para deshacerse de las alforjas y facturarlas en el coche, para aligerar su pesada carga.

Ahora sí, tomamos el camino, para acabar la peregrinación sufriendo, como manda la doctrina. No es que esté mal, pero los toboganes son continuos, así que se hace durillo.

Pasamos por SALCEDA, SANTA IRENE, RÚA, PEDROUZO, LABACOLLAy SAN MARCOS, aparte de otros muchos lugares minúsculos e insignificantes y, ¡por fin!, llegamos al suspirado MONTE DO GOZO, antesala de la llegada a Santiago de Compostela.

Lo del Monte do Gozo para nosotros no lo fue tanto, fue más bien una decepción, porque, aparte de un monumento a la peregrinación de Juan Pablo II (bastante horrible, por cierto), no vimos nada, ni cúpulas de la catedral ni nada; y eso, sabiendo que yendo por la carretera sí se ven, duele, para qué vamos a negarlo.

Monumento dedicado a Juan Pablo II en el Monte do Gozo

El tramo entre el Monte do Gozo y Santiago es de los tramos singularmente feos del Camino; primero, porque el camino en sí no está muy cuidado, lo que choca particularmente estando tan cerca de Santiago; segundo, derivado del primero, porque no han tenido en cuenta la protección del entorno y pasa por una serie de parajes y urbanizaciones de los que, menos bonito, se puede decir de todo; y tercero, porque a la entrada a la ciudad, como ocurre en otras grandes ciudades, pasa por unas afueras particularmente feas y está mal señalizado.

En definitiva, no es que sea el tramo más feo del camino, pero como es el más importante, creo que deberían tenerlo un poco más cuidado.

El caso es que nos perdemos a la entrada de SANTIAGO DE COMPOSTELA y acabamos llegando a la Plaza del Obradoiro dando un monumental rodeo por la parte alta de la ciudad. Pero el caso es llegar

¡¡¡MISIÓN CUMPLIDA!!!


Los cuatro peregrinos en la Plaza del Obradoiro con la satisfacción del deber cumplido

Catedral de Santiago de Compostela

En la Plaza del Obradoiro nos encontramos de nuevo con Yolanda. Una vez recibidas sus felicitaciones por haber alcanzado el objetivo, decidimos dejar la visita al interior de la Catedral para el día siguiente y vamos directamente a la Oficina del Peregrino, para que nos pongan el último sello en la credencial y nos den la Compostela, que nos la hemos ganado.

Algo ensombrece tanta alegría y felicidad: no podemos arreglar lo del traslado de la bicis a Palma, ya que el convenio que tienen en la Oficina de Atención al Peregrino con la agencia de transportes no incluye a las islas y pretenden aprovecharse de ello. El transporte nos saldría por un ojo de la cara y decidimos desistir. Tendremos que buscar una solución por nuestra cuenta.

Se ha hecho tarde, así que comemos en el primer sitio que encontramos, una cafetería en la rúa da Franco, regulín regulan, nada del otro mundo.

Una vez comidos, nos vamos a toda prisa al hotel, que hay ganas de pillar una cama decente y descansar.

Malen decide ir en coche, que dice que ya ha cumplido con la bici. Los demás hacemos un último esfuerzo y vamos en bici, pero sin alforjas.

Dedicamos la tarde a acomodarnos y, sobre todo, a descansar. Por la noche, nos vamos a cenar a Melide, a la misma pulpería donde habíamos ido la noche anterior, para que Yolanda pruebe el pulpo. Es que somos de un amable…

Tomeu repitió pulpo, por acompañar a Yolanda. Malen y Sera se toman de postre unas queimadas, hechas sin conjuro, pero que están de miedo. Y vuelta al hotel a dormir que mañana será otro día.


RESUMEN DE LA ETAPA: 57’59 Km. en 4 horas, con una media de 14’3 Km./h (¡Máximo histórico. Las ansias por terminar!)






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