lunes, 3 de octubre de 2011

DECIMOCUARTA (Y ÚLTIMA) JORNADA (22-09-2011): A LAXE – SANTIAGO DE COMPOSTELA (48,78 Km.)

Hoy nos hemos levantado contentos y con ganas de bicicleta ¿será porque es el último día? Será.

Hemos desayunado en el mismo restaurante donde cenamos anoche. Es lo que tiene que en el pueblo solo haya un único bar-restaurante.

Al ser la última etapa, hemos decidido terminar por la vía rápida y hacerla toda por carretera. A estas alturas, Joan sigue tocado y hay que llegar hoy a Santiago, que luego queremos hacer un poco de turismo.

Al principio es bajada, pero hay algunas subidas marca de la casa. La primera, para llegar a Silleda, la población más grande que nos encontraremos hasta llegar a Santiago.


En Silleda, Sera volvió a hacer otro intento de sellar en el albergue y...¡otro intento fallido!

Cuando estábamos haciendo fotos a la iglesia, nos encontramos otra vez con Javier. Es como el Guadiana, aparece y desaparece constantemente. Se alegró y nos alegramos mucho de encontrarnos y se unió al grupo.

Sera estaba hecho polvo porque no había podido sellar, así que le dije que me diera las credenciales que se las haría sellar a alguien. Estábamos junto a una farmacia, entré y les dije que si me podían sellar. Las farmacéuticas flipaban, pero sellaron encantadas de la vida. Me da a mí que era la primera vez que sellaban una credencial.


Después de Silleda, llano gallego (ya sabéis, constantes subidas y bajadas) y buena bajada hasta Ponte Ulla.

Como después de una bajada siempre hay una subida, después de Ponte Ulla viene una subida del copón hasta Lestedo, donde aprovechamos para comer unas galletas y unos dulces.

Después de Lestedo, directos a Santiago, con una subida bestial a la entrada de Santiago, como despedida al bicigrino que ya, a estas alturas de Camino, sin subidas no es nada.




La llegada a la Catedral se hace bastante desagradable, metidos en todo el mogollón del tráfico de Santiago. Eran las 14:00 horas y coincidimos con la salida de los colegios, y se notaba, vaya si se notaba.


Por culpa del intenso tráfico, de los semáforos y de los atascos, acabamos separándonos y cogiendo rutas distintas. Sera se fue por un lado, Javier y Malen por otro y Joan y yo nos metimos por las calles peatonales, que era más fácil torear a los peatones que a los taxis y autobuses.

A pesar de ir cada uno por su lado, supongo que por obra y gracia del Apóstol, entramos todos a la vez en la Plaza del Obradoiro, a pesar de entrar por calles distintas. Fue un momento bonito encontrarnos en el centro de la plaza. El resto, ya os lo podéis imaginar: emoción, besos, abrazos, fotos, etc.






Una vez pasado el efecto de la emoción, fuimos a hacer cola para obtener la Compostela, la prueba que demuestra y certifica nuestro calvario, por los siglos de los siglos.

En el mismo edificio donde expiden las Compostelas, un empleado de Seur se ofreció para hacerse cargo de las bicis allí mismo, alforjas incluidas y enviarlas a casa. No lo dudamos ni un segundo. Sacamos un poco de ropa para pasar dos días y las facturamos sin pestañear.

Una vez facturadas las bicis, nos despedimos otra vez de Javier (y van...), aunque esta vez todos éramos conscientes que ésta era la definitiva. Ojalá te vaya todo muy bien, Javier. Te lo mereces.

Nos habían dicho que Santiago estaba colapsado de peregrinos, así que, ante la duda, habíamos reservado por teléfono en un albergue privado que estaba bastante alejado del centro, pero cuando estábamos haciendo cola para la Compostela, cogimos publicidad de una Pensión que está pegada a la Catedral, llamamos y nos confirmaron que tenían dos habitaciones. Ni lo dudamos. Reservamos en la pensión y cancelamos en el albergue. No hay color, habitaciones para nosotros solos, y con sábanas y toallas limpias. ¡Nos lo hemos ganado!

Una vez duchados y cambiados, comimos y, por último, dimos cuenta de la última obligación peregrina que nos quedaba: abrazar al Apóstol y pedir por nuestros seres queridos. Independientemente de las creencias de cada uno, hay que respetar la liturgia, y eso es lo que hicimos.



Como se dice en estos casos, Ultreia et Suseia.

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