martes, 25 de octubre de 2011

AVISO A NAVEGANTES

Ya están colgadas en el blog todas las crónicas (por llamarle algo) de nuestras jornadas bicigrinas. 


Para una mejor localización las he reordenado, de manera que ahora están situadas de forma correlativa, de la última a la primera, sin entradas intermedias que despisten al personal.

También están todas las fotos (bueno, todas no, que no caben) ubicadas en la jornada que corresponde. 

Ha costado, pero creo que el resultado no está mal del todo.

lunes, 3 de octubre de 2011

DECIMOCUARTA (Y ÚLTIMA) JORNADA (22-09-2011): A LAXE – SANTIAGO DE COMPOSTELA (48,78 Km.)

Hoy nos hemos levantado contentos y con ganas de bicicleta ¿será porque es el último día? Será.

Hemos desayunado en el mismo restaurante donde cenamos anoche. Es lo que tiene que en el pueblo solo haya un único bar-restaurante.

Al ser la última etapa, hemos decidido terminar por la vía rápida y hacerla toda por carretera. A estas alturas, Joan sigue tocado y hay que llegar hoy a Santiago, que luego queremos hacer un poco de turismo.

Al principio es bajada, pero hay algunas subidas marca de la casa. La primera, para llegar a Silleda, la población más grande que nos encontraremos hasta llegar a Santiago.


En Silleda, Sera volvió a hacer otro intento de sellar en el albergue y...¡otro intento fallido!

Cuando estábamos haciendo fotos a la iglesia, nos encontramos otra vez con Javier. Es como el Guadiana, aparece y desaparece constantemente. Se alegró y nos alegramos mucho de encontrarnos y se unió al grupo.

Sera estaba hecho polvo porque no había podido sellar, así que le dije que me diera las credenciales que se las haría sellar a alguien. Estábamos junto a una farmacia, entré y les dije que si me podían sellar. Las farmacéuticas flipaban, pero sellaron encantadas de la vida. Me da a mí que era la primera vez que sellaban una credencial.


Después de Silleda, llano gallego (ya sabéis, constantes subidas y bajadas) y buena bajada hasta Ponte Ulla.

Como después de una bajada siempre hay una subida, después de Ponte Ulla viene una subida del copón hasta Lestedo, donde aprovechamos para comer unas galletas y unos dulces.

Después de Lestedo, directos a Santiago, con una subida bestial a la entrada de Santiago, como despedida al bicigrino que ya, a estas alturas de Camino, sin subidas no es nada.




La llegada a la Catedral se hace bastante desagradable, metidos en todo el mogollón del tráfico de Santiago. Eran las 14:00 horas y coincidimos con la salida de los colegios, y se notaba, vaya si se notaba.


Por culpa del intenso tráfico, de los semáforos y de los atascos, acabamos separándonos y cogiendo rutas distintas. Sera se fue por un lado, Javier y Malen por otro y Joan y yo nos metimos por las calles peatonales, que era más fácil torear a los peatones que a los taxis y autobuses.

A pesar de ir cada uno por su lado, supongo que por obra y gracia del Apóstol, entramos todos a la vez en la Plaza del Obradoiro, a pesar de entrar por calles distintas. Fue un momento bonito encontrarnos en el centro de la plaza. El resto, ya os lo podéis imaginar: emoción, besos, abrazos, fotos, etc.






Una vez pasado el efecto de la emoción, fuimos a hacer cola para obtener la Compostela, la prueba que demuestra y certifica nuestro calvario, por los siglos de los siglos.

En el mismo edificio donde expiden las Compostelas, un empleado de Seur se ofreció para hacerse cargo de las bicis allí mismo, alforjas incluidas y enviarlas a casa. No lo dudamos ni un segundo. Sacamos un poco de ropa para pasar dos días y las facturamos sin pestañear.

Una vez facturadas las bicis, nos despedimos otra vez de Javier (y van...), aunque esta vez todos éramos conscientes que ésta era la definitiva. Ojalá te vaya todo muy bien, Javier. Te lo mereces.

Nos habían dicho que Santiago estaba colapsado de peregrinos, así que, ante la duda, habíamos reservado por teléfono en un albergue privado que estaba bastante alejado del centro, pero cuando estábamos haciendo cola para la Compostela, cogimos publicidad de una Pensión que está pegada a la Catedral, llamamos y nos confirmaron que tenían dos habitaciones. Ni lo dudamos. Reservamos en la pensión y cancelamos en el albergue. No hay color, habitaciones para nosotros solos, y con sábanas y toallas limpias. ¡Nos lo hemos ganado!

Una vez duchados y cambiados, comimos y, por último, dimos cuenta de la última obligación peregrina que nos quedaba: abrazar al Apóstol y pedir por nuestros seres queridos. Independientemente de las creencias de cada uno, hay que respetar la liturgia, y eso es lo que hicimos.



Como se dice en estos casos, Ultreia et Suseia.

domingo, 2 de octubre de 2011

DECIMOTERCERA JORNADA (21-09-2011): OURENSE – A LAXE (58,34 Km.)

Esta mañana Joan se encontraba un poco mejor. Entre descansar, dormir y los medicamentos que estuvo tomando, había mejorado bastante. ¡Podíamos continuar!

Desayunamos lo de siempre a las 8:30 y a las 9:15 empezamos a pedalear. La salida de Ourense fue un coñazo porque la ruta recomendada de salida hasta el puente romano sobre el río Miño es toda en dirección prohibida. ¿Cuándo pensarás alguien en los bicigrinos? ¿acaso somos invisibles?

Una vez en el puente romano, aprovechamos para hacernos unas fotos y para inmortalizar un puente ultramoderno que, cosa rara, tiene su encanto.




La salida de Ourense se puede hacer por dos rutas distintas: por Tamallancos, muy difícil y con mucha subida y por Amoeiro, que es la que escogimos nosotros que es mucho más difícil y con más subida aún. Somos masoquistas, pero habíamos oído hablar tanto de la Costiña de Canedo que quisimos verla de cerca.

Una vez cruzado el puente romano, se pasa frente a la estación del tren y se sigue por una calle de mucho tráfico hasta el desvío de Canedo.


Una vez tomado el desvío, empieza la cuesta arriba. Se pasa por un polígono industrial, ya con bastante cuesta arriba y, una vez cruzado el puente del ferrocarril empieza la Costiña propiamente dicha. ¿Qué decir de la costiña de marras? … ¡brutal! Son 2,5 kilómetros con una pendiente media del 19%, con esto está dicho todo. Parece ser que se trata de una antigua calzada romana que, en su momento, asfaltaron, pero yo creo que más bien se equivocaron y asfaltaron el cortafuegos.

Hicimos lo que pudimos, lo intentamos, pero uno a uno fuimos cayendo, y … ¡otra vez empujing! Incluso empujar las bicis era complicado, costaba un montón.






Como todo en esta vida tiene un final, la dichos costiña también lo tuvo. Lo primero que hicimos al llegar a la cima, Cima da Costa como dicen ellos, fue ponernos a beber como locos en una fuente que indica que quedan 99 Km. hasta Santiago. Y lo siguiente fue celebrarlo. A pesar del empujing, nos había costado más que casi todas las subidas que habíamos hecho hasta ahora.





Después de la costiña, el camino se estropea. Ya no hay asfalto, y sigue la cuesta arriba, pero más discreta. Tiene zonas complicadas para la bici, pero esto ya no es novedad. Así se sigue hasta Ponte Mandrás.








Se sigue un poco más y se llega a Casasnovas, donde aprovechamos para avituallarnos en un bar, en la misma carretera nacional, que ponía que tenían pan de Cea. Nos vino bien el descanso porque Joan seguía bastante débil.








Después del avituallamiento, seguimos hasta Cea, por un camino bastante malo. Una vez allí, intentamos sellar en el albergue, pero, otra vez, intento fallido. En la mayoría de albergues no hay forma de sellar por la mañana.


Desde Cea seguimos hasta Piñor por una carretera secundaria y, allí, nos dieron el susto del Camino. A un señor se le escapó una vaca y venía corriendo como una loca directa hacia nosotros (hacia Malen, más bien). Por suerte, el hombre pudo controlarla en el último momento. En esta vida, todo tiene su lectura positiva. Después del susto de la vaca, ya no nos acordábamos de la Costiña de Canedo.

En Piñor encontramos una fuente con el yugo y las flechas y pasamos lo más rápido posible ya que en las afueras hay una especie de polígono industrial en que todo son fábricas de ataúdes. ¡Qué escalofríos al pasar por delante!


Seguimos adelante para enlazar con la carretera nacional 525 ya que Joan no estaba paras muchos caminos. Después de seguir subiendo, por fin llegamos a la carretera y, en seguida, encontramos un sitio bastante curioso, donde aprovechamos para hacer un descanso. Se trataba de la Asociación de la Bandera Española, en cuyo parking hay una bandera constitucional, pero en la fachada del edificio están, a buen tamaño, el yugo y las flechas de Falange.



Hasta Castro Dozón es todo subida, bastante subida. Seguimos por la nacional, subiendo mucho y bajando poco, o esa era la impresión que teníamos.



Seguimos hasta Lalín, donde aprovechamos para tomarnos unos refrescos y comprar aquarius para Joan y seguimos hasta A Laxe, donde habíamos decidido pernoctar.

El albergue es una maravilla, tiene de todo, hasta máquinas para café y snacks. Es grande, espacioso y sólo éramos 8 personas, dos chicas brasileñas de a pié y ¡seis bicigrinos! Por primera vez éramos mayoría en el albergue.


Cenamos en un restaurante que nos recomendaron (tampoco es que tenga mucho mérito: era el único del pueblo) bien y a buen precio.




sábado, 1 de octubre de 2011

DUODÉCIMA JORNADA (20-09-2011): VILLAR DE BARRIO – OURENSE (38,94 Km.)

Ayer Joan empezó a sentirse mal, problemas estomacales que, supongo que debido al cansancio acumulado, en vez de mejorar han ido a peor. Esta mañana estaba hecho polvo.


Una vez montadas las alforjas, hemos desayunado en un bar que hay frente al albergue lo de siempre, tostadas con café con leche, etc. y hemos salido a la hora habitual, o sea, sobre las 9 de la mañana.

Enseguida hemos pasado por Bóveda y Vilar de Gomareite, típicas aldeas gallegas. También hemos visto nuestro primer hórreo.


A la salida de Vilar de Gomareite el camino se transforma en una pista totalmente rectilínea y llana. La alegría dura 4 ó 5 kilómetros. Después de un desvío, llegamos a Bobadela, donde encontramos una extraña casa que, en la terraza del primer piso, tenía una buena colección de motos y, además, colgados del techo, una sierra mecánicas, varias sierras, etc. En fin, mejor no preguntar. Salimos zumbando por si acaso.




Nos encontramos con alguna que otra aldea más y, a la entrada de una de ellas, vimos un hórreo enorme y muy bien conservado. Su dueña nos dijo que era del año 1932 y que debía ser el más fotografiado de Galicia pues todo el que pasaba por allí, le hacía una foto. Nosotros quisimos seguir con la tradición y nos hicimos varias fotos.





El camino se fue estropeando y cada vez estaba peor. Nos encontramos con alguna subida importante, algún tramo impracticable y, sobre todo, una bajada supertrialera entre grandes rocas, totalmente imposible para la bici.





Con Joan en malas condiciones y el camino que no colaboraba, llegamos a Xunqueira de Ambía, donde aprovechamos para comernos unos dulces.

Frente a la iglesia, estuvimos hablando un rato con un señor que nos dijo que vivía en Catalunya pero que había nacido en este pueblo. Fue muy agradable porque estuvimos hablando en catalán y eso, cuando estás fuera de casa, hace una especial ilusión. También nos contó el secreto de la iglesia: por la ventana que hay encima de la puerta principal, hay un cristal a través del cual se ven unos rosetones muy curiosos.



Cuando ya nos íbamos, apareció Javier, el del albergue de Lubián. Estuvimos hablando un rato con él y le convencimos para que viniera hasta Ourense con nosotros. Como Joan no mejoraba, más bien al contrario, decidimos ir por carretera para no castigarlo más de la cuenta.



Hasta Ourense, salvo algunas inevitable subidita, es casi todo en bajada, así que se llega bien. Llegando a Ourense nos metimos en Seixalbo ya que Sera decía que valía la pena. Hay que darle la razón, es un pueblo-barrio muy bonito.




Llegamos a Ourense y fuimos directos al albergue que, cómo no, está en la parte alta de la ciudad.


Allí sellamos, nos despedimos de Javier y nos fuimos a comer a un restaurante que nos recomendó la hospitalera. Se trata del restaurante Bedoya y fue un acierto total. Un diez. Comida buena, barata y muy abundante. Y encima te piden si quieres repetir. Sera pidió fruta de postre y le pusieron un plátano, una pera y una manzana. Y todo por 10 euros.

Joan no mejoraba, así que decidimos quedarnos en el albergue para que durmiera toda la tarde, que eso le tenía que ir bien. En el albergue éramos 19, pero sólo nosotros en bici.

Mientras Joan dormía, nosotros fuimos a visitar la ciudad y a las termas públicas, aprovechando que son gratuitas. Están muy bien, aunque había mucha gente. Vale la pena.











Nos informaron que no se podían hacer fotos, pero llegaron tarde. Después de las termas, otro paseo por el centro, cena y a dormir que mañana hay que seguir. 

Ourense me pareció una ciudad muy bonita y acogedora. Vale la pena perderse en ella unos días.