domingo, 25 de septiembre de 2011

QUINTA JORNADA (12-09-2011) : CALZADA DE BÉJAR - SALAMANCA

Hemos desayunado en el albergue. Nos ha costado 3 € por persona y no ha sido gran cosa, pero es lo que suele pasar cuando no hay otras opciones.


La mañana ha amanecido fresquita y, una vez montadas las alforjas en las bicis, hemos empezado a pedalear a las 8:45. Como siempre, tarde. 




Hasta Valverde de Valdelacasa se va por una pista más o menos buena y casi llana. Un lujo para lo que estamos acostumbrados últimamente, que no hay más que subidas y subidas... Aunque también pillamos algún que otro tramo que era un auténtico arenal.




Hasta Valdelacasa, vuelta a lo habitual, todo subida. Mucha subida. Valdelacasa son dos calles, pero se encuentra a 950 metros de altitud y cuesta llegar. Tiene un curioso albergue con una caravana. No sé yo si me quedaría a pasar la noche. Raro, raro, raro.





Dejamos Valdelacasa y todo sigue igual hasta Fuenterroble de Salvatierra. Una vez allí, visitamos el Albergue, con la esperanza de saludar al Padre Blas, otro de los personajes del Camino. No estaba, así que nos quedamos con las ganas.



Aprovechamos para merendarnos unos riquísimos bocatas de jamón y para ir a comprar fruta, que nos esperaba el temible y temido Pico de la Dueña, una bestia de 1.151 metros de altitud, en el que es tradición depositar una piedra para pedir por alguien.





Una vez avituallados nos pusimos en marcha otra vez, dispuestos a afrontar el Pico de la Dueña. Por el camino nos encontramos con varias cruces. 



Una de las cruces tenía a su lado una choza, hecha con ramas, con una garrafa de agua para que los peregrinos beban y reposen a la sombra. En los alrededores, parece que están construyendo una especie de área de descanso para peregrinos. 





Al acercarnos a la cruz, vimos en su base una lápida con el nombre de Antonio, un peregrino que, parece ser, murió en aquél mismo lugar. En aquél momento tuvimos muy claro dónde había que depositar las piedras que llevábamos. Con un nudo en la garganta depositamos, uno a uno, la piedra junto a la lápida, en memoria del peregrino fallecido. Un poco peliculero, pero es como lo sentimos y vivimos en aquél momento.









Continuamos la marcha y, al llegar a un desvío para bicis que pasa por Frades, lo tomamos sin dudar. No tenía sentido subir al Pico de la Dueña si ya no teníamos que depositar las piedras. Además, las guías dicen que, ni la subida ni la bajada, son aconsejables para los ciclistas, así que...blanco y en botella.

Pasamos por un pueblo aparentemente semi-abandonado, del que no conseguimos saber ni el nombre. Una especie de Foncebadón. Es curioso, Foncebadón está justo antes de la Cruz de Ferro y éste, un poco antes del Pico de la Dueña. Y en ambos es tradición depositar las piedras correspondientes. Casualidades peregrinas.




El desvío es bastante más largo y, creo que se sube, como mínimo, hasta la misma altura, si no más, que por el camino. Aprovechando una parada para hacer fotos, miramos el altímetro y marcaba 1.073 metros, y aún seguimos subiendo un buen trecho más, mas o menos media horita más de subida.





A continuación, una bajadita estupenda, paso por una ganadería de toros bravos y toboganes hasta San Pedro Rozados. 








Hasta Salamanca, nada que destacar. Subidas y bajadas, pero con tendencia a bajar, incluso a bajar mucho a veces.



A Salamanca se entra por el puente romano sobre el río Tormes, una entrada adecuada para una muy bonita ciudad.



Una vez cruzado el puente, fuimos al albergue Casa la Calera. Está situado junto a la catedral, más céntrico, imposible. Para llegar hay que subir un cuestón de mucho cuidado, pero, al ser el último, se sube con ganas.

El albergue tiene 16 plazas y nosotros pillamos las 4 últimas. Por los pelos. Como en los otros albergues, éramos los únicos ciclistas.




Era la semana grande de Salamanca, así que nos tomamos libre el día siguiente para hacer turismo, que falta le hace al país y, de paso, para disfrutar de la fiesta, que los bicigrinos no somos de piedra.

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