lunes, 24 de abril de 2017

JORNADA 1: ZAMORA - MONTAMARTA (23/04/2017)

Me he levantado a las 7, aunque ya estaba despierto desde un poco antes. Aseo, desayuno y terminar de preparar la mochila.

La acogida de las hospitaleras ha sido inmejorable. Es la tercera vez que estoy en este albergue y cada vez ha sido mejor que la anterior.

A las 8 salí del albergue y empecé a andar. La salida de Zamora, como casi todas las salidas de las ciudades, es cuesta arriba. Casi en las afueras de la ciudad vi que estaban abriendo una panadería y aproveché para comprar una barra de pan.

El recorrido es sencillo, sin dificultades que superar.

En Roales del Pan, a la entrada, sigue la casa que tiene su jardín lleno de esculturas, a cual más friki. Esta vez conseguí localizar un bar y paré a tomarme una coca cola.

El resto de la jornada, sin ninguna novedad digna de mención.

Durante el recorrido se pararon dos todoterrenos a darme tarjetas de dos casas rurales y de un restaurante. Cosas veredes, amigo Sancho!

Está todo más verde que cuando pasé en septiembre de 2015 y han hecho un puente sobre la vía del ave, aunque aún no hayan puesto las vías ni las catenarias.

En Montamarta no ha cambiado nada, y en el albergue tampoco.

Llegue el primero, me duché, hice la colada y me fui a comer, al restaurante El Zangarrón (el de la tarjeta). No estuvo mal.

Después de comer, siesta y a esperar al hospitalero que pasa a cobrar a las 5 de la tarde. No te inscribe en ningún registro, simplemente te sella, te cobra y te da un recibo.

Después, un ratito de tomar el sol en el jardín (el día ha sido espléndido) y un paseo por el pueblo.

No ha venido ningún peregrino más, así que he tenido el albergue todo para mí.

Publico esto desde el móvil y no consigo insertar fotos. Me dice que el formato es incompatible. Cuando llegue a casa ampliaré las crónicas y añadiré fotos.

sábado, 22 de abril de 2017

PALMA-MADRID-ZAMORA (22-04-2017)

Hoy ha tocado madrugar. A las 5:30 tenía que estar en el aeropuerto porque el avión salía a las 7 hacia Madrid.
Luego, en tren hasta Zamora, principio de mi camino en solitario.
Tenía que haber ido a León y empezar el camino de San Salvador, pero una maldita tendinitis en el tendón peroneo del pie derecho no me ha dejado preparar como corresponde.
A grandes males, grandes remedios, así que he decidido hacer el tramo final de la Vía de la Plata, entre Zamora y Astorga. Es un tramo bastante sencillo de hacer, lo que me permitirá un rodaje suave para ponerme a tono para, a continuación, seguir por el Camino Primitivo.
Hoy no hay fotos ¿para qué? Ya las hice todas en el 2015 cuando hice el Camino Sanabrés empezando también en Zamora.
El albergue de Zamora está muy bien. Es la tercera vez que me ofrecen su hospitalidad y cada vez está mejor que la vez anterior. Dan sábana bajera y funda de almohada ¡de tela! Y, además, mañana por la mañana nos preparan el desayuno para que empecemos a caminar con las pilas cargadas ¡Y todo por el donativo que consideremos oportuno! Todo un lujo.

miércoles, 22 de marzo de 2017

EMPIEZA LA CUENTA ATRÁS...

Si no surge ningún imprevisto (esperemos que no, porque ya tengo el billete de avión comprado), el día 22 de abril salgo de Palma hacia Madrid en avión y de Madrid a León en tren. Llamadme antiguo, pero me encanta ir en tren. 

La idea inicial es hacer el Camino de San Salvador (León-Oviedo) y , a continuación, el Camino Primitivo (Oviedo-Santiago de Compostela).

En principio tengo previsto hacer el Camino de San Salvador en solitario y luego, el día 29 de abril, encontrarme con Sera en Oviedo y hacer juntos el Primitivo. Sera es uno de mis compañeros de peregrinación habituales (hemos hecho juntos 3 de mis 4 Caminos) y, aunque es un experto bicigrino, se estrena como peregrino de a pie. Me hace ilusión estar con él en su primer camino andando.

En fin, queda un mes justo para empezar mi ruta.

Os seguiré informando.  

lunes, 19 de diciembre de 2016

EPÍLOGO

Éste ha sido mi cuarto Camino, aunque los tres anteriores los había hecho en bicicleta y este último, a pie.

Hacer el Camino en bici es muy bonito y  muy gratificante también pero, desde mi punto de vista, nada que ver con hacerlo andando. Hacer el Camino a pie es otra cosa. No sé muy bien explicar por qué, pero se vive con una intensidad totalmente distinta a cuando vas en bici.

Las sensaciones previas al comienzo han sido, para mí, totalmente distintas a las de los otros Caminos. Las dudas, las incertidumbres y también, por qué no, los miedos que iban apareciendo no era algo que hubiera sentido en los otros Caminos. Al menos no con esa intensidad.

A pesar de la experiencia de tres caminos anteriores, parecía el primero. 

Las dudas no eran por el recorrido ni por cuestiones logísticas sino por cuestiones tales como: ¿soportaré el peso de la mochila? ¿seré capaz de andar tantos kilómetros un día tras otro? ¿me agobiará ir solo por un camino, a la vez, muy solitario? etc.

Lo que menos me preocupaba era el hecho de ir solo, al contrario, me apetecía.

Mi camino empezaba en Zamora pero, en realidad, empezó mucho antes, en la estación de Chamartín, al subir al tren que me llevaría Zamora, al ver a otros peregrinos con sus mochilas ¡Ya empezaba mi Camino!

Poco a poco, día a día, fueron desapareciendo mis temores. Todo lo que me preocupaba fue desapareciendo y no hicieron falta muchos días para reafirmarme en mi convicción de que el Camino de Santiago, cuando se hace andando, se vive de una forma especial.

No hace falta decir que todo el que hace el Camino una vez, queda enganchado de por vida. Son muchas cosas, difíciles de explicar la mayoría, que hacen que sea una experiencia única.

Fueron 18 jornadas inolvidables, llenas de experiencias enriquecedoras. Solo me quedo con los buenos momentos vividos, que fueron muchos y ya he olvidado los problemas que pude haber tenido. Prefiero quedarme solo con lo que es importante. Conocí gente estupenda y albergues de todo tipo, algunos un poco dejados de la mano de dios y otros, todo lo contrario, pero todos me ayudaron a descansar y a prepararme para la jornada del día siguiente.

No puedo dejar de mencionar dos de ellos: el de Tábara, en el que José Almeida, el hospitalero, con su acogida me hizo sentir como en casa y el de Outeiro, un gran albergue gestionado por Pilar, una gran hospitalera.

Muy a mi pesar, cuando me quise dar cuenta, ya estaba oyendo las gaitas que suenan en la entrada de la plaza del Obradoiro. El camino se me hizo corto, muy corto, así que no me va a quedar más remedio que repetir la experiencia.


lunes, 12 de septiembre de 2016

JORNADA 18: OUTEIRO - SANTIAGO DE COMPOSTELA (27/09/2015)

A las 6:10 se encendieron las luces del albergue, y a las 6:30 ya había salido todo el mundo. No entiendo estas prisas. Bueno, hoy sí, hoy es el único día que las entiendo porque ¡hoy llegamos a Santiago! Y eso se huele en el ambiente.

Nos aseamos, desayunamos tranquilamente, sirviéndonos de la máquina expendedora colocada al efecto, y a las 8:10 salimos del albergue para disfrutar de nuestra última jornada.

El día amaneció con niebla, que sería nuestra compañera durante mucho tiempo.

Los primeros kilómetros del camino están llenos de muñecos enormes, de tamaño natural. Por eso decía ayer lo de la costumbre de la zona. Curiosa costumbre, por cierto.








El camino consistía en subidas y bajadas. Poca carretera nacional, mucha carretera local y pistas asfaltadas.

Malen estaba mucho peor. A los problemas de la ampolla en la planta del pie (prácticamente solucionada) se unieron problemas en el tobillo y en la pierna. Supongo que causados por la mala postura al andar por culpa de la ampolla.

Cuando la cosa pintaba muy negra, y parecía complicado llegar a Santiago, vino al rescate Enantium, el antiinflamatorio, y fue mano de santo. A cada paso que daba iba mejorando.

Se nota que nos estamos acercando a Santiago: todo el recorrido está lleno de casas ¡y qué casas!

















Aunque íbamos andando despacio, casi sin darnos cuenta llegamos a Angrois. Se pasa por el puente que está justo al lado de donde se produjo el fatal accidente del tren, el 24 de julio de 2013. 

No hay palabras para definir la sensación que se tiene al contemplar aquello. Se hace un nudo en la garganta.  






Hay un bar muy cerca del puente y, por tanto, de donde se produjo el accidente y decidimos parar a tomar un refresco. También habíamos decidido no sacarle el tema a la dueña del bar porque suponíamos que estaría harta de que todo el mundo le preguntara por aquél día y tener que contar lo mismo una y otra vez.

Queríamos llegar a Santiago con tiempo para asistir a la misa del peregrino de los domingos, a las 12, pero la señora del bar tenía una conversación tan agradable que decidimos pasar de la misa y seguir un rato más hablando con ella. Nos contó infinitas anécdotas del Camino y de los peregrinos a su paso por allí.

Cuando dejamos el bar, fuimos hacia Santiago poco a poco, sin prisas. Al final del empedrado del camino, vimos las torres de la Catedral ¡por fin!




Todavía quedaba un trecho hasta la Catedral. Había que recorrer varias calles, casi todas cuesta arriba, y alguna muy cuesta arriba. Hasta el final hay que sufrir.




En esta vida todo llega y, al final, llegamos a la Plaza del Obradoiro. Siempre es emocionante entrar en esta Plaza y plantarte delante de la Catedral y, simplemente, observarla y dejar que la emoción recorra todo tu cuerpo.

Malen y yo nos abrazamos, felices y satisfechos por haber podido cumplir nuestro objetivo.

La pena es que la Catedral siempre esté llena de andamios. Dichosas obras que no se acaban nunca.


No entramos en la Catedral. Era tarde y queríamos ir a comer, así que fuimos directamente a recoger la Compostela. Han cambiado el sitio desde la última vez que estuvimos. El edificio es el mismo, pero ya no hay que subir las escaleras, ahora está en el patio que hay abajo. Lo que no ha cambiado es la cola que hay que hacer. Larga, lenta y eterna. Es lo que tiene la masificación.

Una vez recogida la Compostela, aprovechamos los baños del mismo edificio para asearnos estilo gato y cambiarnos de ropa.

Nos habían informado que en Correos había una consigna en la que, por dos euros cada mochila, podías dejarla unas horas. Fuimos a Correos, dejamos las mochilas, pagamos y, ya libres de la pesada carga, nos fuimos directamente a comer a O Gato Negro. Teníamos claro que queríamos celebrar allí nuestra llegada.

Como de costumbre, comimos muy bien. Mejor, imposible. Y muy bien de precio. 













Con la panza llena, fuimos a visitar la Catedral y a abrazar al Apóstol.




Desgraciadamente, el tiempo se nos echaba encima, así que fuimos deprisa y corriendo a Correos a recoger las mochilas y luego a coger un taxi que nos llevara al aeropuerto. Nuestro vuelo a Palma de Mallorca salía esta misma tarde.

Una vez facturadas las mochilas, un poco de descanso en la terminal y, casi sin darnos cuenta, embarcar, despegar, volar y aterrizar en Palma.

Nuestra peregrinación había finalizado.


RESUMEN DE LA JORNADA


Distancia recorrida: 17,6 kilómetros.

Altitud máxima: 331 metros.

Altitud mínima: 128 metros.

Ascenso acumulado: 376 metros.

Descenso acumulado: 444 metros.

Velocidad media: 3,57 km/h.


JORNADA 17: SILLEDA - OUTEIRO (26/09/2015)

Las vistas desde el albergue eran bonitas y, antes de ir a desayunar, esperamos que amaneciera y que el sol empezara a iluminarlo todo. No somos muy de andar a oscuras.





Desayunamos en el bar del albergue y salimos a eso de las 9. Se nos hizo tarde sin saber cómo.



Empezamos el recorrido atravesando el pueblo y siguiendo por la carretera nacional hasta que, al llegar al final del pueblo tomamos un desvío a la izquierda y seguimos por un camino asfaltado que transcurría por detrás de las casas de primera línea de carretera y que tiene el pomposo nombre de Camiño Real.


El paisaje era espectacular: prados con vacas, prados con caballos y casi todo cuesta abajo.










En Bandeira (por fin un pueblo como dios manda) tomamos una cocacola y coincidimos con un grupo de jóvenes de un colegio que también estaban haciendo el Camino.



Malen hizo un par de intentos de dar de comer a las vacas, pero no le hicieron ni caso.










En Dornelas, además de una iglesia, también hay un bar, aunque también estaba cerrado.








Antes de llegar a Ponte Ulla hay una bajada brutal, de esas que te deja las rodillas machacadas para el resto del año.






Al llegar a Ponte Ulla, vimos un autocar que estaba esperando al grupo del colegio. Son los nuevos tiempos del peregrinaje.

En Ponte Ulla, vimos que, por carretera, Santiago estaba a 20 kilómetros ¡Estamos cerca!


También nos encontramos a los cuñados que se alojaban en un albergue. Los saludamos y nos fuimos a comer un bocata a la Pensión Juanito (otro albergue). 

La dueña de la pensión fue muy amable y nos trató muy bien. Nos ofreció alojamiento y, cuando le dijimos que queríamos terminar en Outeiro, se ofreció a llegar en coche hasta allí, recogernos y volvernos a dejar en el mismo sitio por la mañana. Se ve que el peregrino es un bien muy preciado en esta zona.


Después de Ponte Ulla viene un subidón de 4,5 kilómetros hasta Outeiro, pero vale la pena. Se combina carretera nacional, pista asfaltada y pista de tierra.






El día fue caluroso y soleado, lo que hace un poco más duro el esfuerzo, pero no vamos a quejarnos porque haga calor en verano.

Al llegar a Outeiro, nos encontramos con la preciosa ermita de Santiago, del siglo XVII.




La aldea son cuatro casas mal contadas sin ningún tipo de servicio, y el albergue se encuentra siguiendo el camino, una vez dejamos atrás la aldea.





Nos llamaron mucho la atención un par de muñecos que encontramos en Outeiro, junto a camino. Luego descubrimos que era costumbre típica del lugar.

El albergue de Outeiro es de lo mejorcito del camino, moderno, espacioso, cómodo, limpio y con unas vistas impresionantes.

Y, lo mejor de todo, Pilar, la hospitalera. Un diez.










Estuvimos hablando con Pilar y nos contó anécdotas y curiosidades del Camino. Nosotros le contamos que habíamos coincidido en varios albergues con el grupo de Medina del Campo y ella nos dijo que sabía de qué grupo se trataba, que los hospitaleros están en contacto y se mandan avisos. Nos dijo que habían intentado pernoctar en el albergue y que ella, al tener constancia por otros hospitaleros de que habría muchos peregrinos de a pie y, para que ninguno se quedara sin cama por culpa de un grupo con coche de apoyo, les negó el alojamiento en el albergue.

Pilar, la hospitalera, prepara la cena por encargo, y por un precio módico. Nosotros aprovechamos el servicio y nos preparó spaghetti y una ensalada. Y un chupito de orujo casero para ayudar a hacer la digestión. Estuvo todo muy bueno.





A las 22:00 se apagan las luces del albergue.



RESUMEN DE LA JORNADA


Distancia recorrida: 24,4 kilómetros.

Altitud máxima: 442 metros.

Altitud mínima: 65 metros.

Ascenso acumulado: 474 metros.

Descenso acumulado: 603 metros.

Velocidad media: 3,25 km7h.